sábado, 2 de febrero de 2013

LA PANDEMIA DE GRIPE Y LAS FIESTAS DE 1918

1918 pasará a la historia como el año en que finalizó uno de los episodios más sangrientos del siglo XX: la Primera Guerra Mundial, llamada también la Gran Guerra, cuyo escenario principal fue Europa. Escasamente 21 años más tarde las mismas naciones, con otras alianzas y por otras causas, volverían a implicarse en otra contienda que la superó con creces en muerte, desolación, sufrimiento y horror: la Segunda Guerra Mundial, a la que muchos historiadores consideran como una consecuencia directa de la primera y además tuvo una extensión mucho más amplia, al participar países del lejano oriente y Asia, como el Imperio Japonés, que sufriría luego en sus carnes la explosión de las dos primeras bombas atómicas de la historia que se lanzaron sobre poblaciones civiles.

Sin embargo, hay un episodio al que, históricamente, no se le ha dado la importancia que realmente tuvo. Ha sido ahora a comienzos del siglo XXI cuando, al producirse otro hecho de características similares, se vuelve a recordar de forma mucho más amplia y con gran despliegue informativo. Aquél otro fue eclipsado tanto por la censura impuesta por las naciones beligerantes como por el propio final de la Gran Guerra; nos referimos a la epidemia de gripe de 1918. Esta pandemia llegó a Europa con los últimos contingentes de soldados norteamericanos que participaban en el teatro de operaciones europeo, hacia el mes de marzo de ese año, expandiéndose rápidamente por todo el continente y posteriormente al resto del mundo- Se cobró en todo el planeta entre 50 y 100millones de víctimas, viéndose afectado, según las estadísticas, de un 3 a un 5% de la población mundial. Las grandes naciones europeas en guerra (Francia, Gran Bretaña, Italia, Bélgica, Alemania y el Imperio Austro-Húngaro...) censuraron las noticias para evitar la desmoralización de las tropas combatientes, por lo que fue la prensa española, al ser nosotros un país neutral, la que informó con toda suerte de detalles de esta epidemia a nivel mundial, de ahí que haya pasado a la historia con la errónea denominación de "gripe española".

Las consecuencias que tuvo en nuestro pueblo fueron terribles así como en el resto de España, donde cerca de 8 millones de personas se vieron afectadas, falleciendo alrededor de 300.000 personas, aunque la cifra oficial se rebajó a poco más de 147.000. Los primeros casos en La Raya de Santiago se produjeron a partir de los meses de mayo y junio, extendiéndose un rápida progresión hasta alcanzar una cifra aproximada de 200 a 450 vecinos, affectados en mayor o menor grado, por esta gripe "influenza virus A" (Subtipo H1N1), aunque no disponemos de estadísticas excesivamente fiables. Con tanta gente enferma -y la certeza de que se estaba sufriendo una gravísima epidemia porque la prensa murciana no censuraba ninguna noticia- las fiestas patronales de ese año estuvieron mediatizadas por ella hasta el punto de que la mayoría de los festejos cívicos hubieron de ser suspendidos, al haber gamilias enteras contagiadas. Según nuestras investigaciones, tan solo los actos religiosos, novenario, Misa Mayor y procesión de la Patrona, se celebraron con cierta normalidad y escasez de público, así como el empleo de algunos fuegos de artificio y quizá algún breve concierto de la banda de música en la plaza. La situación era realmente desesperada para la inmensa mayoría del vecindario ya que, prácticamente no habría ni una sola familia que no tuviese algún miembro enfermo de grippe (como así se escribía en esos años) y las repercusiones económicas para las familias eran angustiosas, puesto que sin sanidad pública y con los hospitales abarrotados de enfermos, los gastos ocasionados por los medicamentos, las recetas de la botica o las visitas médicas debían abonarse en metálico por los propios afectados, humildes en su mayoría, y esta situación se complicaba aún más cuando el enfermo era el cabeza de familia o los hijos mayores que con su trabajo traían el sustento a casa. Y, por supuesto, sin valorar el estado anímico de la población, un sentimiento de angustia y tempor, que debió ser terrible.

Los fallecidos comenzaron a producirse en el mes de septiembre. El día 26 era sepultada Joaquina Hernández, de 90 años de edadm que fue la primera víctima de esta pandemia; siguieron otras muertes en los días siguientes, pero unas semanas después ocurría uno de los casos más tristes acontecidos en el pueblo y que vino a ahondar más en el inmenso dolor que estaban causando estas muertes a las que se sumaba el miedo a la terrible enfermedad para la que ningún remedio parecía efectivo.

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