jueves, 21 de marzo de 2013

LA ANTIGUA FIESTA DE SAN ANTONIO


PROCESIÓN DE SAN ANTONIO. IMAGEN PC. CERMEÑO
Nuestra primitiva iglesia, construida hacia 1549, fue puesta bajo la advocación de La Encarnación desde el principio, hecho éste verídico y del que no nos cabe la menor duda, pues existe una clara referencia histórica del año 1566. Puede resultar extraño y paradójico que no hubiera una representación física de la Patrona en forma de imagen o escultura, pero toda la investigación hecha en este sentido nos lleva a una conclusión negativa. La imagen de La Virgen de la Encarnación llegaría al pueblo en 1798, procedente del taller de Roque López.

Entre los años 1743 a 1745, llegó a nuestro pueblo la imagen de San Antonio de Padua, de Francisco Salzillo, constituyéndose inmediatamente la Cofradía del santo que fue la más activa y mejor organizada de todas cuantas en esa época había en el pueblo. Celebraban sus Cabildos anualmente, cuyas actas han trascendido hasta nosotros. Gracias a ellas hemos podido descubrir datos muy interesantes acerca del funcionamiento interno de esta Hermandad, sus miembros, patrimonio y forma de organizar la fiesta del Santo, una fiesta que –curiosamente- nunca tenía una fecha fija para su celebración, aunque –según la lectura de las actas de sus cabildos- ésta se solía hacer en una fecha cercana al “Día del Dulce Nombre de Jesús” (2 de enero)  aunque no siempre fue así, debido a las dificultades para recaudar  las colectas, por lo que la fiesta se podía celebrar en cualquier fecha del año, preferentemente en aquellos meses de bonanza climática.  


La fiesta, por su propio esquema y organización, era similar a las que celebramos en esta época a La Encarnación, con la única diferencia que en aquellos tiempos el elemento religioso estaba mucho más presente y ocupaba un lugar preferente; los festejos cívicos eran, realmente, un simple relleno. La fiesta comenzaba con un novenario al Santo y un gran día principal en el que había música, pólvora, morteretes y ágapes a los participantes y como acto principal una solemne procesión de San Antonio por las calles del pueblo, en un trono en el que bajo un dosel de flores se colocaba la imagen. Esta fiesta tuvo bastantes dificultades para celebrarse algunos años, puesto que la pobreza y  humildad de las gentes era casi endémica, especialmente cuando acontecía alguna catástrofe natural, como las famosas riadas, con el consiguiente estado de ruina y pobreza. Había unas limosnas a modo de contribución que se entregaban a la Hermandad, en especie, y que eran: maíz, trigo, cebada y cera, además de aquellas que se obtenían en metálico (reales de vellón y maravedíes). Como dato anecdótico ofrecemos el presupuesto de la fiesta del año 1.765 que ascendió a 402 reales de vellón, gastados en misas por los cofrades difuntos, sermón, gastos de pólvora, música de dulzaina, cera e incienso.  La Hermandad sufrió, como cualquier organización humana, muchos altibajos en su funcionamiento, con períodos de inactividad debido a discrepancias entre los cofrades, escasez de fondos, disputas por ocupar puestos directivos y abandono de sus miembros. Tras unos años, la Hermandad volvía a reorganizarse  y preparaban su fiesta a San Antonio como acto principal. El último Cabildo se celebró en el mes de julio del año 1798, escasamente un mes después de la llegada de la Patrona, procedente del taller de Roque López, siendo cura párroco don Josef Nicolás Merchante. Con certeza absoluta a la imagen de La Encarnación se le celebraría una solemne fiesta patronal, que hizo inviable la de San Antonio e incluso provocó la disolución de su Cofradía, como está demostrado por el hecho de que el Cabildo del año siguiente -1799- ya no se celebró.

Extraido de larayadesantiago.com

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