PROCESIÓN DE SAN ANTONIO. IMAGEN PC. CERMEÑO |
Nuestra primitiva iglesia, construida hacia 1549, fue
puesta bajo la advocación de La Encarnación desde el principio, hecho éste
verídico y del que no nos cabe la menor duda, pues existe una clara referencia
histórica del año 1566. Puede resultar extraño y paradójico que no hubiera una
representación física de la Patrona en forma de imagen o escultura, pero toda
la investigación hecha en este sentido nos lleva a una conclusión negativa. La
imagen de La Virgen de la Encarnación llegaría al pueblo en 1798, procedente
del taller de Roque López.
Entre los años 1743 a 1745, llegó a nuestro pueblo la
imagen de San Antonio de Padua, de Francisco Salzillo, constituyéndose
inmediatamente la Cofradía del santo que fue la más activa y mejor organizada
de todas cuantas en esa época había en el pueblo. Celebraban sus Cabildos
anualmente, cuyas actas han trascendido hasta nosotros. Gracias a ellas hemos
podido descubrir datos muy interesantes acerca del funcionamiento interno de
esta Hermandad, sus miembros, patrimonio y forma de organizar la
fiesta del Santo, una fiesta que –curiosamente- nunca tenía una fecha fija para
su celebración, aunque –según la lectura de las actas de sus cabildos- ésta
se solía hacer en una fecha cercana al “Día del Dulce Nombre de
Jesús” (2 de enero) aunque no siempre
fue así, debido a las dificultades para recaudar las colectas, por lo que la
fiesta se podía celebrar en cualquier fecha del año, preferentemente en
aquellos meses de bonanza climática.
La fiesta, por su propio esquema y organización, era
similar a las que celebramos en esta época a La Encarnación, con la única
diferencia que en aquellos tiempos el elemento religioso estaba mucho más
presente y ocupaba un lugar preferente; los festejos cívicos eran, realmente,
un simple relleno. La fiesta comenzaba con un novenario al Santo y un gran día
principal en el que había música, pólvora, morteretes y ágapes a los
participantes y como acto principal una solemne procesión de San Antonio
por las calles del pueblo, en un trono en el que bajo un dosel de flores se
colocaba la imagen. Esta fiesta tuvo bastantes dificultades para celebrarse
algunos años, puesto que la pobreza y
humildad de las gentes era casi endémica, especialmente cuando acontecía
alguna catástrofe natural, como las famosas riadas, con el consiguiente estado
de ruina y pobreza. Había unas limosnas a modo de contribución que se
entregaban a la Hermandad, en especie, y que eran: maíz, trigo, cebada y
cera, además de aquellas que se obtenían en metálico (reales de vellón y
maravedíes). Como dato anecdótico ofrecemos el presupuesto de la fiesta del año
1.765 que ascendió a 402 reales de vellón, gastados en misas por los cofrades
difuntos, sermón, gastos de pólvora, música de dulzaina, cera e incienso. La Hermandad sufrió, como cualquier
organización humana, muchos altibajos en su funcionamiento, con períodos de
inactividad debido a discrepancias entre los cofrades, escasez de fondos,
disputas por ocupar puestos directivos y abandono de sus miembros. Tras unos
años, la Hermandad volvía a reorganizarse
y preparaban su fiesta a San Antonio como acto principal. El último
Cabildo se celebró en el mes de julio del año 1798, escasamente un mes después
de la llegada de la Patrona, procedente del taller de Roque López, siendo
cura párroco don Josef Nicolás Merchante. Con certeza absoluta a la imagen de
La Encarnación se le celebraría una solemne fiesta patronal, que hizo inviable
la de San Antonio e incluso provocó la disolución de su Cofradía, como está
demostrado por el hecho de que el Cabildo del año siguiente -1799- ya no se
celebró.
Extraido de larayadesantiago.com
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