La llegada de la imagen de la Patrona al pueblo, el 2 de junio de 1798, y las fiestas que a partir de esas fechas comenzaron a realizarse en su honor, supusieron de facto la disolución de la Cofradía de San Antonio de Padua y el final de los festejos que se celebraban anualmente a este santo, unas fiestas que por su magnitud, según mencionan las crónicas escritas en el libro de su Cofradía, eran las más importantes que tenían lugar en el pueblo y su máximo esplendor fue entre los años 1745 a 1798, con breves períodos de suspensión, motivados probablemente por la pobreza que generaban las habituales riadas, los períodos de sequía y algunos problemas que surgían con relativa frecuencia entre los propios cofrades. Suponemos, por tanto, que los primeros actos en honor a La Encarnación debieron realizarse en su festividad del 25 de marzo, pese a ser una fecha poco propicia no solo por razones económicas en un pueblo eminentemente agrícola, sino también por la inestabilidad climática propia de estos primeros meses del año. Durante el siglo XX se trasladaron al verano, una época en la que ya se habían recolectado los frutos de la huerta y el vecindario disfrutaba de mejores perspectivas económicas así como la bonanza del tiempo, que aunque caluroso, era mucho más estable; conviene señalar, no obstante, una ligera contradicción: el 15 de agosto se celebra realmente la festividad de la Asunción.
Aún no hemos podido establecer históricamente si de manera inmediata, tras la llegada física de esta imagen de la Patrona a la parroquia, bajo cuya advocación está ya documentada en 1566 y muy probablemente desde una década antes, se organizó alguna Hermandad o Cofradía para realizar los festejos que a partir de ese momento serían considerados como una fiesta patronal, notablemente distinta a la que hoy conocemos, aunque básicamente similar en su esquematización religiosa, donde primaban las funciones litúrgicas, según las acendradas costumbres de la época.
Oficialmente la primera “Hermandad de Ntra. Sra. de la Encarnación” de la que tenemos constancia documental se constituyó en 1879 (el año de la famosa riada de Santa Teresa) y según las actas del primer cabildo, celebrado el día 22 de junio de ese año, contaba con un total de 71 cofrades, de los cuales, los 11 primeros que encabezan la lista eran considerados “hermanos fundadores”. El primer presidente de esta Hermandad fue el párroco titular don Felipe de Hita siendo tesorero don Esteban López y Ramos, diácono; todos los demás hermanos eran seglares; no deja de ser curioso que en estos primeros tiempos solo 7 feligresas formaran parte de ella y el resto fueran varones, aunque si tenemos en cuenta el papel de la mujer en esa época, no debe extrañarnos en modo alguno. El acuerdo adoptado en ese primer Cabildo también despierta un poco nuestra curiosidad, puesto que los siete puntos acordados no mencionan la realización de ningún evento cívico. Se decide y acuerda adquirir blandones de cera para la Hermandad, que a los hermanos que fallezcan se les oficie una misa ordinaria, que los cantores paguen solamente 6 reales de cuota de entrada y si fallece alguno tenga tres misas, que los hijos de los cofrades administren la mitad de la cera y puedan usarla en los entierros, que a los hermanos reconocidos como pobres de solemnidad se les paguen dos reales diarios durante diez días, que todos los hermanos adquieren la obligación de salir el tercer día de Pascua acompañando la procesión de la Virgen en su petición y finalmente que las viudas y los hijos del hermano fallecido puedan ingresar en la Hermandad, pagando la tarja a razón de 10 reales las viudas y 6 los hijos, salvo casos de extrema pobreza.
El segundo Cabildo se celebró ese mismo año de 1879, el 16 de noviembre, presidido por la misma junta directiva que se menciona en las actas del primero, celebrado 5 meses antes, si bien en éste se señala que el diácono don Esteban López y Ramos ostenta los cargos de secretario y tesorero conjuntamente. En este nuevo Cabildo ya se especifica el capítulo de “Cargo y Data”, equivalente a ingresos y gastos, que por su interés histórico vamos a reproducir. 390 reales por 75 ingresos de nuevos hermanos, a 6 reales cada uno. 276 reales por 46 tarjas. 22 reales de lo que esceden (sic) de las viudas. 380 reales de la limosna de Navidad. 60 reales de la cuadrilla y 56 reales del alquiler de la cera en dos entierros. El total de ingresos fue de 1.184 reales (296 pesetas de la época). En el capítulo de gastos se consignaron los siguientes: 440 reales por compra de 41 blandones de cera de “libra”. 50 de la misa en Navidad. 33 por tres libras de cera el día de la Encarnación. 30 por derechos del Cabildo. 24 por el aniversario de la Hermandad. 15,5 por la compra del libro de actas. 50 por el arco (posiblemente un dosel de flores). 76 por tres blandones de cera de dos libras y 24 por la misa-aniversario de un hermano. La diferencia de ingresos y gastos fue favorable a la Hermandad en 452 reales “salvo error de pluma o suma” (sic). Los superávit se incrementaban en el Cargo (capítulo de ingresos) correspondiente al año siguiente.
La brevedad de los actos organizados nos induce a suponer que en estos años la celebración de la fiesta se celebraba el 25 de marzo o, quizá, según el estado de la climatología y de manera alternativa, se trasladase al mes de agosto o a otra fecha más benigna. Esta hipótesis puede parecer un tanto paradójica, sin embargo la festividad de San Antonio de Padua no siempre se celebró en su día, como consta en las Actas de su Hermandad., sino que tenía una fecha variable en función a diversos factores. Con la festividad de la Encarnación pudo suceder igual, en los primeros tiempos, puesto que algunos cargos en la Data (gastos) mencionan ayudas al sacristán por arreglar la iglesia para la función y la propia fecha de celebración de Cabildos, antes del mes de agosto. Existe también un curioso gasto denominado “esperma” que puede inducir a error. En realidad es una segunda acepción del término y se refiere a una grasa oleaginosa, sólida y más dura que el sebo, procedente de ballenas y cachalotes, que se empleaba en la fabricación de velas y cirios. Entre 1897 y 1899 se realizaron las obras de demolición y edificación del nuevo templo, trasladándose posiblemente el culto y las imágenes a alguna amplia dependencia del cercano Chapitel. En 1897 hay un cargo que dice “por ladrillo y porte para el camarín” (posiblemente trasladado con motivo de las obras). En 1899 hay un cargo de 500 pesetas por el camarín de la Virgen, pagadas a don Antonio Caballero, que debió montarlo en el retablo de la nueva iglesia, inaugurada en el primer trimestre de ese año. En un acta del 23º Cabildo, celebrado el 2 de septiembre de 1900, se menciona un gasto de 79 pesetas por el “ascensor de la Virgen”, que sin duda fue una rampa de madera para bajarla del camarín, aunque seguimos sin poder establecer la presencia de una niña que actuase como ángel coronador en esas fechas. En el Cabildo del año 1904, celebrado el 28 de agosto, en el capítulo de gastos, se consigna la cantidad de 61,29 pesetas entregadas al párroco (a la sazón don Francisco Espinosa) por “ los gastos de la función de Iglesia y la Procesión”. Tenemos ya una fecha que podemos considerar como referente a la hora de fijar criterios en cuanto a la organización de la fiesta, en su concepto moderno. Así en 1909 encontramos otro gasto por novenario, función de iglesia y procesión y también uno más pequeño en pólvora. En 1911 se establece la obligación de los cofrades de aceptar en sus casas a los músicos que vienen para el pasacalles (suponemos que sería la banda que acompañaba la procesión) y por fin encontramos un dato sumamente interesante: en el año 1912 se consignan 7 pesetas por el alumbrado eléctrico del camarín, por lo que suponemos que en ese año (o quizá el anterior) la luz eléctrica ya había sido instalada en nuestro pueblo. Precisamente ese año las fiestas (que ya incluyen música, pólvora, orquesta y arreglo de calles entre otros gastos cívicos) tienen un presupuesto de 535,61 pesetas, quedando un déficit para el año siguiente de 88,11 pesetas; preside la Hermandad el párroco don Francisco Espinosa y Francisco Nadal es el Hermano mayor.
Es prácticamente imposible resumir en este artículo el período que abarca los casi 50 años que funcionó esta Hermandad de la Encarnación (desde 1879 hasta 1926); las actas de sus correspondientes Cabildos son una fuente de información histórica extraordinaria así como de numerosas anécdotas, datos y hechos que sucedieron a lo largo de ese tiempo; sabemos que hubo enfrentamientos por dos grupos de cantores que pretendían tener la exclusiva del canto en las fiestas, que el aumento de cofrades descendía respecto al incremento de la población, que también muchos hermanos eran dados de baja por impago de tarjas u otras causas; que había personas discrepantes con las cuentas y un superávit o déficit presupuestarios e inicio de nuevos usos para la fiesta, como la pólvora disparada la víspera (precursora de nuestro actual Castillo de fuegos artificiales) Por la fecha de la celebración de los Cabildos ( el de 1914 se celebró en agosto y el de 1915, el 2 de abril) suponemos que la fiesta principal continuaba celebrándose el 25 de marzo. En 1916 encontramos un primer dato que juzgamos interesante: 0,50 céntimos de peseta empleados en “cintas para la coronación”, sin que sepamos de qué naturaleza era este acto, probablemente simbólico y aún sin la presencia de la figura del ángel coronador. En 1920 (Cabildo celebrado el 31 de octubre) en el capítulo de Data (Gastos) encontramos un cargo de 23 pesetas correspondiente a “mil programas” (seguramente precursores del actual Libro de las Fiestas) así como un gasto de 5 pesetas en concepto de porte por traer y llevar el armonium (sic) a San Jerónimo; el órgano que adquirió nuestra parroquia a la de San Nicolás de Murcia, en el siglo XVIII, probablemente se encontraba bastante deteriorado y sin posibilidad de funcionar. En 1923 encontramos otro dato que habla de “papel para la coronación” y cuesta 7,20 pesetas; también se instala un contador eléctrico que junto al material para la instalación alcanza un gasto de 211, 95 pesetas de la época.
En el año 1925 ya tenemos la certeza de que la fiesta se ha trasladado a agosto, de manera definitiva, puesto que entre los diversos gastos, encontramos uno que dice: “ pólvora del castillo y función y San Roque, 495 pesetas”. Asimismo la banda de música de Cabezo de Torres costó 250 pesetas (alternativamente y en años anteriores, venía también la agrupación musical de Guadalupe). Y llegamos al último Cabildo del año 1926 que, curiosamente, se celebró el 3 de junio de 1927. Lo preside don Juan Pedro Sánchez, cura párroco junto al Hermano mayor, José María López Franco y los siguientes cofrades: Víctor Zenón Castillo Meseguer, Vicente López Franco, Joaquín Ruipérez Trigueros, Pedro Manzano Marín, Antonio Salmerón Martínez, Juan Cermeño Amante, Vicente López Bernal, Antonio Pujante Guirao, Antonio Castillo Fenor, José Teruel Vigueras, Juan Hernández Sánchez, Ricardo Molina y José López Ros. Debió ser bastante breve puesto que solo se adoptaron dos acuerdos: 1º) aprobar las cuentas por unanimidad y como 2º y último punto del orden del día, acordaron que obligatoriamente todos asistieran con la cera de la Hermandad a la procesión del Corpus. El total de gastos correspondientes a ese año alcanzaron la cifra de 2.330,60 pesetas, incluyendo un déficit de 216,10 procedente de 1925. En el capítulo de ingresos se refleja la cantidad de 2.445,60 pesetas, obtenidas por todos los conceptos, por lo que hubo un superávit final de 115 pesetas. Y hasta aquí las anotaciones de las actas de los distintos Cabildos, celebrados desde 1789; el resto de los folios aparecen en blanco y sin anotaciones, lo que nos hace sospechar que al igual que ocurrió con la Cofradía de San Antonio, ésta de La Encarnación dejó en la práctica de funcionar sin que ello supusiera la suspensión de las fiestas patronales (lo serían durante el período de la guerra civil 1936-1939) Sencillamente la Hermandad desapareció oficialmente aunque no existe ningún Acta de Disolución ni otro documento análogo. Con toda seguridad continuaron celebrándose Cabildos en los años siguientes, aunque sin levantamiento de acta (hoy sucede exactamente igual) por lo que históricamente carecemos de más datos. En cuanto al primitivo acto de coronación de la Patrona, posiblemente, tenga su origen en el que se celebró en la ciudad de Murcia en ese mismo año de 1927 con la solemne coronación de la Virgen de la Fuensanta como Patrona de la capital. Inicialmente en nuestro pueblo una niña vestida de ángel, era encaramada al trono y desde él colocaba simbólicamente la corona, la misma que aparece sobre la imagen antigua. El nuevo y actual sistema de coronación, idea de José López Ros (“Pepe Ros”), basado en el Misteri de Elche, se inicia en la post guerra, aunque esta historia ya es suficientemente conocida por la mayoría de rayeros.
Centro de Estudios Rayeros
Centro de Documentación y
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