jueves, 15 de julio de 2010

ORGANIZANDO LAS FIESTAS DE LA ENCARNACIÓN

Once de la mañana de un soleado día de enero de 1799. Cruzan la Plaza de la Iglesia tres vecinos y al pasar frente a la puerta del templo se descubren en señal de respeto; uno de ellos se santigua, doblan hacia la calle Grande y se dirigen a la de San Antonio, donde vive Agustín Planillas.
La puerta está entreabierta y pasan al interior, tras el preceptivo ¡Ave María Purísima!

Agustín Planillas les recibe con un saludo y les ofrece unas sillas de enea para tomar asiento. Josef Teruel, Juan Bernal y Francisco Gallardo se sientan junto a una pequeña mesa adosada a la pared, cuyo centro preside un botijo de agua.

Los cuatro habían sido nombrados Mayordomos directivos de la Cofradía de San Antonio de Padua, en el último cabildo de julio del noventa y ocho, y uno de sus compromisos más importantes era celebrar la fiesta de San Antonio y mantener a flote una Hermandad que ya arrastraba problemas de organización desde hacía caso dos décadas. Josef Teruel lleva en su mano una pequeña bolsa de tela con veinte reales de vellón y doce maravedies que acaba de entregarle a Josefa Vidal, viuda del hermano Juan Gallardo, en pago por unos blandones de cera que debía.

Los cuatro mayordomos conversaban acerca de la situación que se plantea en el pueblo y de la actitud del párroco hacia la celebración de la fiesta de San Antonio; también consideran la frialdad de muchos cofrades hacia la Hermandad, respecto a sus obligaciones, habiéndose contabilizado varias bajas voluntarias por cuestiones puramente económicas. María, la mujer de Agustín, pone unos vasos sobre la mesa y una jarra de vino, que acababa de llenar del barril del patio. Los cuatro se sirvieron un trago y a continuación discutieron cuestiones relativas a la Cofradía; al fin decidieron visitar al párroco para exponerle sus proyectos y demandar su ayuda.



Don Josef Nicolás Merchante estaba en la sacristía redactando el acta de defunción de un vecino, reciente fallecido; recibió a los mayordomos con la cordialidad que era característica en él y les invitó a sentarse. Josef Teruel actuó de portavoz t con breves razonamientos expuso al párroco los problemas que tenía planteados la Hermandad y las dificultades de ésta para celebrar la fiesta de San Antonio, como venía siendo tradicional desde hacía muchos años. El párroco guardaba silencio mientras escuchaba los argumentos de Josef Teruel, en los que abundaba haciendo incisos y corroborando sus palabras, Agustín Planillas. Josef Nicolás Merchante, hombre de talante abierto y dialogante donde los hubiera, tenía costumbre de escuchar antes de responder a sus interlocutores. Oídas las razones de los visitantes, les habó con vehemencia acerca de la Virgen de la Encarnación, recién llegada al pueblo, y de la necesitad de no olvidar la deuda que para con ella tenían los rayeros, pues siendo como era la Patrona, era justo honrarla con una festividad que tuviese continuidad en el tiempo. Se levantó e invitó a los mayordomos a que le siguieran al interior de la iglesia, accediendo a ella por una pequeña puerta que comunicaba la casa parroquial con el habitáculo de la torre del campanario. Una vez en el interior del templo hicieron una genuflexión y se santiguaron en señal de respeto hacia el altísimo.

Cerca del altar mayor y a la derecha de éste, sobre un trono con primorosas flores de tela, confeccionadas a mano, se encontraba la recién llegada imagen de la encarnación, iluminada por unos cirios cercanos dispuestos a su alrededor.

El sacerdote quedó frente a la sagrada imagen y la contempló unos instantes con embeleso, luego se volvió hacia los mayordomos y les dijo con voz muy sosegada y convincente:

-No creo que San Antonio se enfade porque, a partir de ahora, dediquemos la fiesta mayor del pueblo a nuestra bendita madre, la Virgen de la encarnación. ¡Mirad qué hermosura!-exclamó volviendo los ojos hacia la Señora- ¿No creeréis que Ella merece todos nuestros esfuerzos?
Los mayordomos guardaron silencio; Agustín Planillas asintió con un leve gesto y todos se postraron de rodillas cuando el sacerdote, alzando levemente la voz, entonó una Salve.

En ese momento quedó tácitamente decidida la celebración de una gran fiesta en honor a la Patrona, cuya imagen llegara a nuestra iglesia un dos de junio del año 1798, una fiesta precedida por un solemne novenario y una procesión que entre cánticos y vivas recorrería las calles del pueblo en el mes de Marzo, el día de su festividad.

No pudo disfrutar Josef Nicolás Merchante la fiesta de La Encarnación por muchos años, pues falleció en 1802, pero con la satisfacción de haber conseguido para La Raya de Santiago que la imagen de su patrona presidiera la vida religiosa del pueblo y establecer una fiesta que ya tendría continuidad en los años venideros y que poco a poco se iría enriqueciendo, hasta alcanzar la realidad que hoy conocemos.

Dos siglos después la de fe un pueblo hace posible mantener viva una tradición que enorgullece a todos los rayeros, un legado que recibimos de nuestros antepasados y que todos tenemos el deber moral de conservar y enaltecer para quienes nos sucedan en el futuro.

Pedro Cecilio Cermeño Martínez
Centro de Estudios Rayeros

4 comentarios:

Rayero de honor dijo...

Una historia muy bella. Me quedo con una frase: "¿No creeis que ella merece todos nuestros esfuerzos?" No podemos consentir que las fiestas desaparezcan. Todos somos rayeros (de NACIMIENTO o de ADOPCIÓN) y todos tenemos que colaborar en las fiestas.

Y a vosotros, enhorabuena por esta web, muy currada.

Anónimo dijo...

Don Josef Nicolás hizo mucho por nuestro pueblo, por nuestra Iglesia y nuestras fiestas. Creo que se merece un reconocimiento de la sociedad rayera.

Anónimo dijo...

yo le pondria a don josef nicolas una placa al lado d la iglesia.¿es verdad q solo van a aber 5 dias d fiesta?

Peña "Vamos pal pueblo... ¿y tu?" dijo...

Hasta que no tengamos el programa en mano no podemos decir a ciencia cierta nada sobre él, ni cuánto durarán ni qué actos se van a realizar, porque no lo sabemos exactamente. Respecto a la placa a don Josef Nicolás Merchante, sería totalmente merecido un homenaje como el que señaláis. Otra opción podría ser un busto en la plaza o dedicarle una calle, pues hay muchas personalidades que tienen una calle en nuestro pueblo y, sin embargo, rayeros que han hecho mucho por el pueblo (Como es el caso de don Josef), no tienen ningún reconocimiento.

Un saludo.

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